domingo, 29 de julio de 2007

Desde el Mundo Nuevo

Al compositor checo Antonin Dvorak (1841-1904) se le reconoce por haber llevado el "nacionalismo" musical a su mayor expresión. Sus sinfonías, piezas de cámara, danzas eslavas y óperas están impregnadas de los aires de su natal Bohemia, y rebosan de ingenio melódico merced a la honda espiritualidad romántica con que reviste sus ideas, la liberalidad con que las desenvuelve y el colorido que brota al combinar los instrumentos. De entre todas sus obras, quizá la más famosa es la Sinfonía del Nuevo Mundo, compuesta entre fines de 1892 y el primer trimestre de 1893, si bien el estreno no ocurrió hasta el 16 de diciembre de 1893, bajo la batuta de Anton Seidl dirigiendo la Orquesta Filarmónica de Nueva York. Sus cuatro movimientos son Adagio/allegro molto, Largo, Molto vivace y Allegro con fuoco. El segundo movimiento, del que deseamos compartir con ustedes una transcripción para violín, se inspiró en el poema Canción de Hiawatha, de Henry W. Longfellow. Este movimiento se inicia con una frase reposada y solemne, que en la partitura orquestal precede a la entrada del corno inglés sobre un fondo grave. Se trata de una melodía nostálgica, con ecos en los spirituals de la comunidad afroamericana decimonónica, penetrada por una religiosidad profunda y reverente que se extiende durante varios compases. Ojalá disfruten tocando esta transcripción tanto como lo hacemos nosotros en nuestros ensayos musicales.

domingo, 22 de julio de 2007

¿Y cómo sé la medida adecuada del violín?

En una entrada anterior hablábamos de las diferentes medidas del violín: 4/4, 3/4, 1/2, etcétera, y dábamos algunos tips acerca de la medida adecuada para cada quién según la edad. Ahora deseo compartir con ustedes un tip que nos dio nuestro profesor, especialmente a los de nuevo ingreso, en la última sesión que tuvimos con él. Para saber la medida de violín que nos conviene adquirir, es necesario medirlo con el largo extendido, horizontalmente y hacia el lado del cuerpo, de nuestro brazo izquierdo. Según nuestro profesor, la voluta del instrumento no debe superar la mitad de la palma ni quedar más abajo de la muñeca. Si el instrumento es más corto, quizá conviene más hacerse de una viola. Y si el brazo es demasiado largo, casi como ala de pterodáctilo, pues de una vez un violonchelo. Sin embargo, si de verdad quieren el violín, pues tómenlo con el amor y la confianza con que se toma a la amante, y no lo suelten.

martes, 10 de julio de 2007

Mi amigo el violín

Una verdad proverbial en el ámbito de la música, no sólo de quienes llevan larga carrera, sino de aquellos que se han iniciado en este reino, es que el instrumento, cualquiera que sea su especie, es el mejor amigo de nosotros. Yo diría que, incluso, es como un ángel. Pero no un ángel como esos de que nos habla cierta tradición religiosa. Es, más bien, una variante del numen de los antiguos; ánima inspiradora que con su canto nos llena de inefables gozos al punto de la embriaguez. Cogito ergo sum, decía el sabio Descartes. "Pienso, luego existo". Con la música, merced a nuestro amigo el violín, el aforismo necesariamente implica un más allá de la existencia cotidiana, una elevación a alturas inalcanzables, allá donde habitan las estrellas, como dirían los poetas con enjundia más o menos melosa. Si el perfumista Giuseppe Baldini fue transportado, gracias a la esencia creada por Jean Baptiste Grenouille, a un jardín en que una delicada doncella le susurraba al oído un sutil, pero incitante "te amo", el canto del violín no sólo nos da la promesa, sino la satisfacción misma de una pasión. Musa, quizá, sería una designación más cercana a lo que para nosotros representa el violín. Algunos se preguntarán por qué hablar de una deidad femenina siendo que el violín implica sustantivo masculino. No tengo mejor respuesta que el hecho de que, siendo un numen, un ángel como decíamos líneas arriba, el violín posee la sexualidad de los ángeles. Es un numen andrógino. No obstante, proyectando ya nuestras propias inquietudes, no resultará extraña nuestra inclinación a darle un nombre femenino. ¿Pero cuál será el mejor nombre para nuestro violín andrógino? La primera inspiración proviene de las propias musas: podríamos llamarlo Talía, como la musa de la comedia; o bien, Calíope, como la patrona de la épica. Si bien lo más adecuado sería llamarlo Euterpe, como la ama de la música, a nosotros nos gusta más el nombre de Erato, la musa de la poesía lírica. Llámese pues, nuestro violín, Erato, y sea ello venturoso para nuestros intentos de crear un poema lírico por medio de los sonidos.