miércoles, 6 de junio de 2007

De haber sabido...

Una anécdota que se cuenta por ahí (yo la leí en algún boletín de Radio Universidad, de San Luis Potosí) narra que en alguna ocasión un director de orquesta muy famoso, creo que Leonard Bernstein, le prestó la batuta a un melómano que había asistido a un concierto. Le dejó dirigir la orquesta en una piececita sencilla. Al final, el melómano le dijo al director algo así como "oh, esto de mover la varita es bien sencillo". A lo que el director respondió "pero por favor no se lo diga a nadie". La anécdota ilustra la imagen que se forma mucha gente acerca de la música. Cuando uno la escucha y comienza a silbarla, parece cosa fácil. Cuando vemos a los ejecutantes de la orquesta, es tal la gracia y agilidad con que tocan sus instrumentos, que parece fácil. La verdad, para quien se ha metido en esto de tocar el violín, no es tan sencillo como parece. Y la cosa se complica conforme se desarrolla. Cuando se comienza a aprender y conforme se van dominando las lecciones, paradójicamente se llega a pensar que no es tan difícil como se pensó en principio. Pero los nuevos retos nos traen de regreso a la convicción de que nos hemos metido en una buena. Como un crescendo de dificultades. Así, no faltan los que se desaniman, los que se quedan en el camino, los que más pronto que tarde abandonan sus sueños de violinista. Recuerdo, por ejemplo, a un señor de 70 años que una tarde llegó al lugar donde tomo lecciones. Nuestro profesor, quien toca la viola en una orquesta de cámara local, le preguntó por qué quería aprender a tocar el violín. El señor respondió que el pasado fin de semana había mirado en tv un programa en el que un violinista tocó La leyenda del beso, y que la había tocado tan, pero tan conmovedoramente, que le dieron ganas de aprender. O sea que se le hizo fácil esto de tocar el violín. Lamentablemente, el señor tenía un handicap terrible: padecía artritis. Y ustedes saben bien qué implica la artritis para un violinista, para quien la precisa y ágil digitación es imprescindible para tocar las notas, además de que la posición misma en que se toma el instrumento puede ser una tortura para los principiantes, con eso de que se jalan y retuercen las articulaciones de codo, hombro y muñeca izquierdas. No sólo fue la cuestión de la artritis. Como él mismo dijo, llegó "en ceros" a su primera (y última) lección de violín. Apenas comenzaron las advertencias de que iba a tener que aprender teoría musical y apenas lo pusieron a tocar cuerdas al aire, dijo: "la verdad yo no sabía que fuera tan difícil". Alguien le comentó: "Ya se embarcó", a lo que respondió con una sonrisa campechana: "¡Pues me desembarco!" Y no volvió. Y de la misma manera, tampoco han regresado varios compañeros que llegaron pensando que "esto de mover el arquito" era cosa fácil. Bueno, hasta nuestro profesor nos ha comentado que en sus inicios como estudiante él mismo llegó a pensar varias veces en renunciar. Y que incluso ahora que ya toca profesionalmente, y que estudia todavía técnicas de perfeccionamiento, en más de una ocasión se ha dicho "de haber sabido en la que me iba a meter, mejor ni me meto". Moraleja: para meterse en esto del violín, entre otras cualidades, hay que tener voluntad firme.

1 comentario:

Landita dijo...

La verdad yo siempre quise aprender violín pero mis papás no me creyeron y no estuvieron de acuerdo, ahora a mis 18 años me lo compré y empecé a ir a clases con amigos y ya tengo 19, pero me encanta que quiero aprender más, pasando y buscando cosas acerca de este pasé por este blog y no sabía que era melómano, pero últimamente me siento así, quiero ver más videos de violinistas, leer teorías, buscar partituras y por supuesto tu blog me ha gustado mucho, solo espero algún día poder leer esas partituras complicadas que veo. Gracias . :)